En los últimos artículos hemos hablado de asuntos como la interpretación en la marimba o su situación como instrumento solista, pero en este artículo me quiero adentrar en un aspecto algo más personal que, a mi parecer, es también muy importante abordar: ¿cómo es realmente la vida de un solista?
Ser solista no se trata únicamente de subir a un escenario en la soledad de un recital o teniendo un papel principal junto a una orquesta u otras agrupaciones, ni tampoco el solista lo es por inspiración divina o meramente por determinadas cualidades innatas. Un solista llega a serlo por esfuerzo, dedicación y, en definitiva, trabajo, trabajo y más trabajo.
Una gran parte del tiempo va destinado al estudio del repertorio, al desarrollo técnico y al interpretativo. Sin embargo, hay mucho más detrás de todo esto. Hay horas de investigación del repertorio -tanto de nuestro instrumento como de otros instrumentos y formaciones-, de los diferentes estilos -épocas y compositores-, etc.
Pero por otro lado, es fundamental conocer el entorno en que nos movemos, mediante la asistencia a conciertos; la exploración de las programaciones -y no sólo en nuestra ciudad, sino a escala global-, los intérpretes y sus trabajos discográficos y audiovisuales; las conversaciones con otros músicos, directores, programadores, público…
A partir de toda esa información, debemos generar un análisis crítico que nos marque el contexto en el que se encuentra nuestro instrumento e imaginar hacia dónde nos gustaría llevarlo. Al final, el objetivo es sacar a la luz un proyecto artístico que ofrezca algo novedoso dentro de este contexto y que al mismo tiempo nos ayude a crecer como músicos y como personas.
Hay muchos caminos para escoger en la creación de un proyecto artístico. Por un lado, es posible interpretar una obra y darle un nuevo y personal enfoque técnico y, sobre todo, interpretativo. Como ejemplo, podemos fijarnos en el pianista Daniil Trifonov, que con sus formidables y completamente renovadoras versiones de los ‘Estudios trascendentales’ (vídeo) o los ’Grandes études de Paganini’ (vídeo) de Liszt ha aportado una nueva visión a estas magníficas y muy conocidas obras de arte; o también la visión aún más rompedora de la violinista Patricia Kopatchinskaja con sus versiones de conciertos clásicos como los de Beethoven, Tchaikovski, Sibelius o Ligeti, donde busca precisamente el lado opuesto -en muchas ocasiones- a lo que el público esperaría (vídeo).
Por otro lado, existe el desarrollo del repertorio a través de la cooperación con compositores actuales o adaptando a nuestro instrumento obras de compositores de periodos anteriores al nuestro, pero todo ello siempre tiene como base generar aquello que anhelas en el presente de tu instrumento y que deseas para su futuro. Yo mismo me he encontrado en esta situación en los últimos meses, con la adaptación para marimba del ‘Concierto para piano y orquesta’ de Joaquín Rodrigo (vídeo) o las ‘Variaciones Goldberg’ de Johann Sebastian Bach (vídeo) -junto a Katarzyna Myćka-, al mismo tiempo que trabajaba junto a compositores en dos obras de nueva creación para marimba y orquesta que verán la luz en las próximas temporadas.
Todo ello no es en absoluto tarea fácil, ya que se trata de encontrar un nuevo hueco en un mercado saturado de fantásticas ideas y de conseguir que nuestra propuesta tenga el valor artístico suficiente como para poder mostrarlo en las salas de concierto de todo el mundo.
En el caso de la marimba es aún más complejo, teniendo en cuenta que la marimba como tal siempre ha estado considerada un instrumento más de la familia de la percusión y sólo desde hace muy poco como instrumento solista independiente. Por ello, debemos caminar sabiendo que ésta es probablemente la primera idea que va a aparecer en la mente de muchos organizadores, programadores y directores. Es una situación más que comprensible, ya que es fácil tener una visión desactualizada del instrumento ante su crecimiento exponencial de las últimas décadas. No obstante, la labor de cambiar esta concepción es también una de mis mayores motivaciones.
Una vez encuentras aquellos proyectos que creemos que darán resultado, hemos de enfrentarnos a la realidad de si finalmente verán la luz y, si así sucede, nos enfrentaremos al que para mi es el más aterrador de los escalones de esta interminable escalera: ¿estoy realmente preparado para llevarlo a cabo delante del público? ¿Y al nivel que siempre he defendido?… ¡Por supuesto! En nuestro interior sabemos que lo estamos: si no lo hubiéramos visto posible, seguramente no lo habríamos llevado hasta tan lejos. En cualquier caso, siempre queda la inseguridad de si realmente daremos la talla, especialmente para aquellos que salimos de un sistema educativo basado en el terror por fallar o equivocarnos y no en la pasión por desarrollarnos como Artista-Persona.
Ese miedo es, en cierto modo, algo que siempre arrastramos con nosotros, por muchos conciertos que llevemos a nuestras espaldas o muchos éxitos ya conseguidos. Únicamente tenemos que ver a la maravillosa pianista Martha Argerich, a sus 70 años, en el documental “Bloody Daughter” donde, conversando con su mánager, le dice que se siente desbordada de nervios siempre que tiene que interpretar el ‘Concierto para piano’ nº1 de Frédéric Chopin, sin dejar de andar por la habitación del hotel nerviosa y quejándose, e incluso diez segundos antes de comenzar el concierto dice literalmente que no quiere salir.
Esta sensación de nervios es, en cierto modo, una parte de nuestra vida que debemos aceptar como tal. Pero siempre que podamos, debemos aprovecharla para que potencie nuestra concentración en lo que realmente queremos hacer, que no es ni más ni menos que disfrutar al máximo de todo el trabajo y la preparación que llevamos años fraguando. Es cierto que hay momentos en los que los nervios nos pueden llegar a desbordar y es algo absolutamente natural y humano: el cerebro y, por consiguiente, el cuerpo, se adelanta a un momento de supuesto “peligro” y reacciona activando las defensas que tiene.
Esta sensación es especialmente relevante cuando tenemos un estreno o simplemente una primera interpretación de una obra recién incorporada a nuestro repertorio. Pero debemos pensar que este momento de estreno es en sí un compendio de muchísimas horas de estudio, análisis, preparación física y mental… lo que nos llevará a la mejor primera versión que podamos ofrecer, pero al fin y al cabo una versión muy joven, pues las obras crecen en nosotros tras ser interpretadas en público.
En el momento que volvamos a enfrentarnos a ella -aunque solo sea para el segundo concierto al día siguiente del estreno-, ésta experiencia nos habrá dado una cantidad de información que ni nos imaginábamos, nuestro cuerpo se habrá liberado e interiorizado ciertos pasajes técnicos, la mente va generando más sensación de seguridad y, al fin, nos va dejando respirar más profundamente cada vez.
Todos esos pequeños detalles harán que poco a poco preparemos a nuestra mente para enfrentarnos a estos momentos, aunque siempre habrá una pequeña llama en nuestro interior que hará que nos mantengamos alerta. Esa sensación va a protegernos de lo que está por venir, previendo y avisando, preparándonos para que, en el momento en que lleguemos y pase lo que pase, sigamos hacia delante. No solo en la obra en sí y la interpretación de ésta, sino en nuestra vida y búsqueda del siguiente paso, del siguiente reto, del próximo escalón que nos motive a seguir descubriéndonos a nosotros mismos desde tantos prismas distintos que necesitaríamos diez vidas para llegar a abarcarlos todos.
Gracias por compartir tu experiencia. Saludos desde México!
Muchísimas gracias por compartir tu valiosa experiencia. Saludos desde Darmstadt.