“Coge una baqueta y golpea un tambor con un movimiento muy veloz. A continuación repite el ejercicio haciendo un movimiento lento”.
Así comenzaba uno de los capítulos iniciales del primer método de técnica de dirección que leí en mi vida, escrito por el Maestro japonés Hideo Saito. Después de leer esto y tras veinte años estudiando percusión, pensé “vaya, ¡ya tengo mucho trabajo adelantado!
Seguramente, de todos las secciones que conforman la orquesta, la percusión sea el instrumento cuya técnica más se asemeje al movimiento de la batuta del director, de hecho, en algunos idiomas se utiliza la misma palabra para nombrar a la batuta y a la baqueta. No obstante, el objetivo de este artículo no es analizar si existe algún tipo de predisposición de los percusionistas a dar el salto al mundo de la dirección, aunque sería un tema interesante dada la gran cantidad de colegas que han dado y están dando ese paso. Más bien me gustaría hablar de cómo influye mi experiencia como percusionista de orquesta a la hora de dirigir y viceversa.
Cuando estudié dirección de orquesta en el Real Conservatorio de Bruselas, le pregunté a mi profesor, el Maestro Patrick Davin, qué pedía él a la percusión cuando estaba dirigiendo. “Ritmo y buen gusto” me contestó. Desde entonces, esa demanda de ritmo y buen gusto la he repetido hasta la saciedad a todos mis alumnos, ya que resume a la perfección el papel que la percusión debe de tener dentro de la orquesta.
La precisión rítmica y la solidez en el tempo constituyen la columna vertebral que todo percusionista debe tener a la hora de tocar en conjunto, ya sea en una orquesta o en un grupo de cámara. En los pasajes de mayor dificultad rítmica de una determinada obra, se crea un eje que atraviesa la orquesta desde los dos extremos del escenario: el director y el timbal. Cuando esa conexión funciona, resulta muy gratificante sentir cómo el resto de la orquesta se ensambla de forma fluida y orgánica. No hace falta explicar qué sucede cuando esa conexión se rompe por alguna de las dos partes.
El buen gusto abarca todos aquellos aspectos que hacen referencia a la calidad del sonido, pero desde el punto de vista del director, el más importante es la dinámica, ya que tanto la percusión como la sección de metales tienen la capacidad de incrementar de forma sustancial la sonoridad de cualquier pasaje. Recuerdo que mi profesor de timbales, Nick Woud, siempre me decía que la percusión es “el arte de acompañar”, y yo añadiría “y de no molestar”.
Obviamente, no hace falta ser director para valorar todos estos aspectos y poderlos transmitir a los alumnos, pero sí es cierto que la amplia visión de la orquesta que se tiene al dirigir permite confirmar estas cuestiones. Desde que empecé a dirigir, ha cambiado mi percepción y mi forma de tocar en la orquesta, y aunque parezca una paradoja, ahora tengo un concepto mucho más simple y sencillo de cuál es mi papel dentro del conjunto. Había cuestiones a las que antes daba más importancia y que ahora no me preocupan en absoluto, ya que desde el podio del director pasan completamente desapercibidas.
A mis alumnos de percusión siempre les he intentado resumir estas ideas con la imagen de un edificio sostenido por dos columnas. Una se llama ritmo y la otra se llama sonido. Si falla una de las dos, el edificio se viene abajo, pero una vez en pie, hay que decorarlo con fraseo, estilo y carácter.
Soy consciente de la gran cantidad de aspectos técnicos a los que un estudiante de repertorio orquestal de percusión se enfrenta, pero hay que tener en mente que todos esos elementos técnicos son simplemente el medio o la herramienta para conseguir tocar con buen tempo/ritmo y buen sonido, no son un fin en sí mismo. Así pues, debemos de aplicar el zoom y tener siempre presente que en la orquesta somos la parte de un todo. Que los árboles no nos impidan ver el bosque.
Animo a todos mis colegas percusionistas/directores a colaborar con este blog y a aportar su visión sobre este tema. La verdad es que nunca he preguntado a los músicos de una orquesta si existe algún rasgo que denote qué instrumento toca cada director, pero es un tema atractivo que podríamos desarrollar en próximos artículos. También sería interesante hablar sobre el repertorio con el que más cómodos podemos sentirnos a la hora de dirigir y si en ello influye ser percusionistas. Resulta satisfactorio dirigir una obra de música contemporánea de forma solvente y que algún músico te diga “se nota que eres percusionista”. Lo malo es si después de dirigir a Brahms, se acerca el mismo músico y te dice “se nota que eres percusionista”.
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